Una vez más, y como casi todos los años, envío un
mensaje que menos personas leerán (ya sea por la falta de medios de
comunicación, porque han tenido que migrar del país o simplemente porque ya
dejaron de existir) para recordarles el cumplimiento de un año más entre rejas,
confinado en un espacio carente de aire, luz natural y agua potable. Muchos
dirán que en la Venezuela actual todos vivimos igual, pero, en mi caso, la
diferencia es estar privado ilegítimamente de mi libertad por un delito que no
cometí, en el que no se demostró mi participación en tal hecho, pero gracias a
un aparato de justicia corrompido, genuflexo e injusto hoy cumplo 15 años como
PRISIONERO POLÍTICO del régimen, en un principio de Hugo Chávez y ahora de
Nicolás Maduro, lo cual me convierte en uno de los prisioneros políticos más
antiguos de nuestra historia actual.
En retrospectiva, amigo lector, piense en todo lo que
ha hecho en 15 años de su vida y compare con mis 5475 días, donde he sido
secuestrado, torturado, encerrado sin derecho ni siquiera a la luz del sol,
padeciendo enfermedades propias de la edad y otras dolencias adquiridas en el
área laboral; Con temor a ser visto por un médico, ya que podría diagnosticar
una enfermedad y la preocupación sería doble, puesto que, al secuestro que
sufro, tendría que añadirle el no tener cómo tratar una enfermedad. En estos 15
años he sido diagnosticado y padezco una obstrucción coronaria, hipertensión
crónica, meniscoplastia en ambas rodillas, hernias discales en la región
lumbar; y el Estado, quien debería proveerme de los medicamentos y
tratamientos, en virtud de la situación en la que me ha puesto, no lo
hace.
Son 15 años sin producir ingresos para mi familia,
siendo un mantenido, ya que hasta el agua potable y las bolsas de basura debe
traerla mi esposa, puesto que la cárcel no las procura. Ser formado y criado
para ser responsable de las personas que dependen, directa o indirectamente, de
uno, a pasar a ser un mantenido, ya que, nuevamente, el Estado no nos
proporciona herramientas para generar nuestro propio sustento, ni siquiera.