El régimen establecido por el chavismo en Venezuela no es una dictadura
como muchos lo han catalogado, pero tampoco es una democracia como sus líderes
en Caracas quieren hacer ver. Se trata en cambio del más fiel ejemplo que tiene
América Latina del “ Autoritarismo Competitivo”, un modelo hibrido con altas
dosis de tiranía pero con un rostro electoral.
Y es que la academia tiene una definición para este tipo gobierno. Los
profesores estadounidenses Steven Levitsky y Lucan Way en el 2010 publicaron un
libro sobre el tema, analizando la aparición de nuevos regimenes que violan los
principios democráticos más básicos pero que se legitiman con la realización de
elecciones, aunque generalmente en condiciones tan desiguales que es altamente
improbable que la oposición pueda ganar.
Es un fenómeno que cobró mucha fuerza en el final de la Guerra Fría, con
más de 35 países en los que ha hecho aparición, incluyendo naciones que van
desde Azerbaiján hasta Zimbawe, y que en América Latina tiene su mejor
representación en Venezuela, dijo Levitsky en una entrevista.
“Yo diría que Venezuela es el caso más ilustrativo de lo que es este tipo
de regímenes y que los casos de Bolivia, Ecuador, y Nicaragua también entran en
esta clasificación, pero son menos duros, manteniéndose más cerca de la raya de
diferenciación”, dijo Levitsky
Pese a que la oposición venezolana cantó fraude en las pasadas elecciones
presidenciales de abril, el profesor de Harvard aún no considera que la nación
sudamericana terminó de entrar en la casilla destinada para las
dictaduras.
“Venezuela sigue siendo un régimen de autoritarismo competitivo. Hubo una
elección bien peleada. A la gente se le olvida lo que son las dictaduras. Una
dictadura es lo que había en la Unión Soviética bajo Stalin. Una dictadura es lo
que se instauró en Cuba, particularmente en los sesenta y los setenta. Una
dictadura es Mao en China”, sostuvo.
“Lo que tenemos en Venezuela es un régimen electoral, un régimen donde hay
una oposición que todavía está en la calle, y no en la cárcel; donde aún hay
medios que critican al gobierno, y que hay sobre todo una oposición que compite,
no en condiciones justas, pero que compite por el poder. Yo diría que sigue
siendo un ejemplo clarísimo de lo que es el Autoritarismo Competitivo”,
explicó.
No obstante, el régimen chavista no puede ser catalogado como
democrático.
En el libro, Autoritarismo Competitivo: Regimenes Híbridos Después de la
Guerra Fría, Levitsky junto con Way argumentaron que este tipo ordenamiento
político no puede ser interpretado como una democracia imperfecta o en
transición sino como un régimen no democrático con sus propias
características.
En esencia, se tratan de regímenes donde existen instituciones
democráticamente formales que permiten elecciones, pero donde los gobiernos
electos violan las reglas de juego con tanta frecuencia que incumple con los
estándares mínimos convencionales para la democracia.
En América Latina, el surgimiento de estos regímenes ha estado arraigado en
el populismo en países con instituciones democráticas débiles, dijo
Levitsky.
Es por ello que países como Ecuador y Bolivia son tierra fértil para este
tipo de movimiento, como lo era Venezuela a finales de la IV República, cuando
los partidos políticos entraron en crisis.
Este fenómeno no es totalmente nuevo en la región, ni está reservado para
los países que se han sumado a la corriente del Socialismo del Siglo XXI. Estuvo
presente por décadas en México, durante el gobierno del Partido Revolucionario
Institucional (PRI), y bajo Alberto Fujimori en los años noventa, comentó el
profesor.
Pero ahora reaparece en la región con nueva cara, repotenciado por el auge
de las materias primas.
“Los gobiernos tienen mucha más plata. Las condiciones económicas en
general están mejores y los gobiernos tienen demasiados recursos”, comentó
Levitsky.
“Eso ha estabilizado los regimenes. Que un gobierno pudiera durar diez años
en Ecuador era algo impensable hace 20 años”, dijo.
Pero los recursos solo logran mantener a estos regímenes con vida
artificialmente. Su incapacidad de resolver los problemas de la sociedad
significa que su permanencia en el poder tiene fecha de expiración.
“Estos regímenes en realidad son débiles y se sostienen con los recursos
que van directamente al estado, con la exportación de minerales y del petróleo.
Eso estabiliza el régimen, le da recursos para cortar medios, para debilitar a
la oposición. Pero cuando se le acaban los recursos, es allí que comienzan los
problemas”, dijo.
Para evitarlos en el futuro, los países deben fortalecer sus instituciones
democráticas y el electorado debe abstenerse de favorecer a los outsiders,
candidatos que se presentan con una plataforma antisistema, normalmente sin el
respaldo de partidos políticos tradicionales, con la promesa de emprender
grandes transformaciones.
Ese camino, advirtió Levitsky, muchas veces conduce al autoritarismo.
Pero la responsabilidad también recae sobre los partidos políticos, los
cuales deben entender que la incapacidad de brindar respuesta a los problemas
del país con el tiempo se transforman en peligrosos riesgos para todo el
sistema.
“Cuando los servicios básicos, empezando con seguridad, no funcionan un
gobierno tras otro gobierno, tras otro gobierno, la gente termina convencida que
todos los partidos son iguales, que todos los políticos son corruptos y terminan
por estar mucho más dispuestos a votar por un outsider”, advirtió.
Nuevoherald.com