No había terminado de desempacar su maleta el comisario
Iván Simonovis al regresar a su casa –que le había sido concedida por cárcel
por orden del tribunal que sigue su caso– cuando ya el Tribunal Supremo, al que
de acuerdo con el artículo 267 de nuestra Constitución le corresponde “la
dirección, el gobierno y la administración del Poder Judicial y vigilancia de
los tribunales de la República”, le había picado adelante con saña y
alevosía.
Para que no quedara en pie la más mínima posibilidad de una
libertad plena, el TSJ levantó su vozarrón y mediante una expedita nota de
prensa le avisaba al comisario que se trataba de “una medida temporal” y que al
recuperarse de sus enfermedades volvería a la cárcel militar de Ramo Verde.
Lo que no ha tomado en cuenta el máximo tribunal es que esa
medida de casa por cárcel que le fue dada al comisario Iván Simonovis es una
condena que sufrimos todos los venezolanos decentes. Los ciudadanos nos hemos
impuesto un toque de queda voluntario y a las 6:00 de la tarde, a más tardar,
ya estamos recluidos en nuestras casas por temor a que el hampa nos quite la
vida en cualquier esquina. Ya nadie se cree eso de Patria Segura o de tierra de
paz y amor.
Estas frases tan bellas son letra muerta en esta república
bolivariana, donde estamos a merced de un Poder Judicial acomodaticio y
cortesano. Lo único seguro es que no sabemos en qué momento nos pueden privar
de nuestra libertad, sin ningún tipo de garantías judiciales. Basta con una
orden desde Miraflores o desde el TSJ y cualquiera va preso sin derecho a
pataleo.
La inseguridad y la inoperancia de nuestro sistema judicial
nos han llevado a todos a vivir en una inmoral libertad condicional. Los
venezolanos estamos clasificados entre los que han decidido tomar su casa por
cárcel, o los que estamos en una libertad que se condiciona a que en cualquier
momento una decisión arbitraria del sistema de justicia nos lleve a una prisión
y, finalmente, los que esperan una decisión judicial que nunca llega.
El desastre judicial hace que más de 70% de los recluidos
en las cárceles venezolanos carezcan de una sentencia definitiva, a pesar de
que muchos tienen años en espera. Todos vivimos en una permanente libertad
condicionada bajo las órdenes de la revolución.
Ya van 20 planes para combatir la inseguridad que nos han
presentado militares y civiles en los últimos años, pero ninguno ha logrado que
los venezolanos podamos volver a caminar por las calles de la ciudad sin temor
a perder la vida.
Seguramente los guardianes de la ley y los burócratas del
Poder Judicial están concentrados en preparar otra artimaña contra Simonovis
para devolverlo a la cárcel. Menuda tempestad.