Hablar con la señora Yamileh Saleh,
madre del dirigente juvenil Lorent Saleh, es hablar de la cara más cruel
e innoble del gobierno venezolano. Es el encuentro con uno de los
testimonios más oscuros de este período político de nuestro país.
Lorent Saleh lleva casi dos años
detenido. Desde que el gobierno colombiano lo entregó al Servicio
Bolivariano de Inteligencia Nacional ha permanecido en el sótano 5 de la
sede del Sebin de Plaza Venezuela, bajo las peores condiciones de
reclusión denunciadas por los presos políticos.
Estos calabozos son por si mismos un
escenario de tortura física y sicológica, según aseguran los familiares
de Saleh, Gabriel Valles y Juan Miguel de Sousa, todos encerrados en La
Tumba. Durante 8 meses Lorent y sus compañeros estuvieron sometidos a la
estrechez de las celdas 2×3, con intensa luz blanca las 24 horas del
día, bajo temperaturas mínimas y con racionamiento de luz solar a unos
pocos minutos semanales. Además del aislamiento prolongado, la privación
del sueño y privación sensorial, los familiares deben hacerle frente a
las consecuencias físicas, sicológicas y emocionales producto de estas
condiciones de reclusión.
La señora Yamileh ha visto pasar el
tiempo a través de la fortaleza de Lorent. En él encuentra esperanza y
aplomo para renovar todos los días la lucha por la libertad de su hijo,
que en realidad comienza por intentar lograr condiciones de reclusion
más dignas. Pero uno de los aspectos más duros ha sido descubrir el lado
ingrato y egoísta de la política. Dice que se ha sentido muy sola. Que
el caso de su hijo despierta más atención en el exterior que dentro de
Venezuela. Lamenta la falta de solidaridad de la opinión pública y de
los líderes opositores frente a la causa de los presos políticos. Por
eso su decepción no es exclusiva contra quienes hoy dirigen al país.
“Hasta en el Vaticano me recibieron, gracias a un viaje que pude hacer
con el apoyo de una ONG internacional”.
La Tumba es un monumento al irrespeto
humano, un capítulo deplorable que servirá de insumo para los
expedientes por crímenes de lesa humanidad que algún día enfrentarán sus
responsables. Mientras tanto, la señora Yamileh hace lo que está a su
alcance por intentar demostrar la inocencia de Lorent, tratando de
reconstruir la reputación de su hijo, que asegura ha sido destruida a
través de campañas de descrédito promovidas por el gobierno.