8 oct 2018

Los Eichmann de Maduro por @FloresRiofrio

referencial

La jueza militar Luz Mariela Santafé, habrá mirado con rigidez a cada uno de los inocentes acusados de rebelión, quienes con sus manos esposadas serían llevados al encierro y la tortura. Tal vez, mientras los veía caminar custodiados por subalternos suyos, pensaría en lo infundadas de las acusaciones y las consecuencias que le traería haber firmado órdenes y sentencias llenas de injurias y violaciones al debido proceso. Puede que ya en ese momento preparara sus palabras de perdón, para cuando lograra escapar de Venezuela hacia otro país.
Ella sabía que los condenados no se habían levantado en armas. No eran militares, la mayoría no diferenciaban un traki traki  de un disparo, pero igual los mandó a la cárcel, que en Venezuela es lo mismo a decir, que los condenó a la humillación y a la enfermedad. “Solo seguía órdenes”, diría.
Hace unos días pidió perdón desde Colombia a sus víctimas y a toda Venezuela. Declaró en una entrevista telefónica a un programa de televisión en Miami, que era presionada por altos cargos del chavismo, debido a eso, actuó en contra de sus juramentos, como militar y como jueza.
En la entrevista se colocó en el papel de víctima de la dictadura, aunque para la opinión pública dentro y fuera de Venezuela, ninguna de sus palabras podrá borrar sus crímenes; porque son suyos, sin importar si lo hacía en obediencia a sus superiores.
dt.common.streams.StreamServer
La jueza me recuerda a Adolf Eichmann, militar y burócrata nazi, que logró escapar a Buenos Aires luego que la Segunda Guerra Mundial terminó. Allí  vivió hasta que la Mossad, la agencia de inteligencia israelí, lo secuestró y se lo llevó en un vuelo directo a tierras hebreas en 1960, para que compareciere por los crímenes de lesa humanidad que cometió durante la “Solución Final”, operación que ejecutaron las SS de Hitler, para masacrar a los prisioneros en los campos de concentración.
Hannah Arendt, filósofa y escritora judío alemana, fue testigo del juicio como corresponsal de un periódico estadounidense. En sus artículos sobre el proceso la intelectual, quien además fue huésped de un campo de exterminio, escribió párrafos que traerían polémica a nivel mundial. “Lo más grave, en el caso de Eichmann, era precisamente que hubo muchos hombres como él, y que estos hombres no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terrible y terroríficamente normales”.
9788483460665
Una idea parecida expondría la película “¿Vencedores o Vencidos? Los juicios de Núremberg”  de 1961. El film se centra en un juez estadounidense durante los famosos procesos judiciales contra dirigentes y funcionarios alemanes luego de terminar la Segunda Guerra Mundial. El magistrado, debe juzgar a juristas de ese país, acusados de haber sentenciado a muerte y a otras violaciones de los derechos humanos, a judíos y otras razas aborrecidas por los nazis, así como  a disidentes católicos, liberales y comunistas.
Uno de los acusados, un aclamado jurista y ex Ministro de Justicia de Alemania, le pide al juez que lo visite en su celda. Allí, frente a quien iba condenarlo, el hombre busca que lo exculpe moralmente reconociendo sus crímenes y diciendo: “Jamás supuse que se iba a llegar eso. Debe creerme”. El juez, con su rostro parco lo lápida con estas palabras: “Se llegó a eso la primera vez que usted condenó a muerte a un hombre sabiendo que era inocente”. Para el juez, no había cómplice inocente. Ni Eichman ni el jurista.
Maduro tiene varios Eichtman que intentan esconderse tras la frase, “solo cumplía órdenes”, algunos incluso han intentado limpiarse auto denominándose  “chavismo disidente”, a pesar que fueron funcionarios durante la dictadura y condenaron, injuriaron y persiguieron a opositores del régimen, aunque sabían que no había pruebas para procesarlos. Tal es el caso de la ex Fiscal General Luisa Ortega Díaz, la ex defensora del Pueblo Gabriela Ramírez y el general Miguel Rodríguez Torres, entre otros “chavistas no maduristas”.
Estos personajes públicos, así como aquellas piezas de la dictadura no tan conocidas, deben ser juzgados por sus delitos, sin importar si lo hicieron por la presión o por lealtad al credo de Chávez. Tienen que ser procesados, y si colaboran para enjuiciar a los jerarcas que hoy mantienen a Venezuela oprimida, podrían recibir beneficios procesales como señala la ley, siempre respetando sus derechos humanos. Pero eso sí, no pueden gozar de la impunidad, porque los crímenes de lesa humanidad no prescriben y es necesario dar un mensaje al mundo.
Dejar pasar sus faltas en el futuro, por negociaciones políticas, por cuadres y alianzas durante la democracia pos chavismo, es mantener la puerta abierta a nuevos dictadores e imbéciles burócratas, que participen directa e indirectamente en la tortura y el asesinato. La nueva Venezuela debe estar blindada por la justicia manifestada en el cumplimiento de la ley. Es necesario quitarles las capuchas a los verdugos y condenarlos.
@FloresRiofrio